IDEARIO
NATURALEZA, IDENTIDAD Y MISIÓN
Como Escuela Diocesana somos la Iglesia que educa, es decir, la Iglesia que, desde nuestra visión cristiana del ser humano, acompaña a los/as alumnos/as en el desarrollo pleno de su personalidad humana, buscando la verdad.
Además, debido a las características propias de nuestro colegio, este acompañamiento en su crecimiento, se convierte en una tarea urgente y primordial para que puedan construir los cimientos de su personalidad y puedan madurar adecuadamente. Podríamos decir que nuestro colegio, en palabras del Papa Francisco se convierte en un “hospital de campaña para socorrer heridos, para recuperar a los marginados y a los descartados”.2
El acompañamiento en su crecimiento personal lo realizamos integrando fe, cultura y vida, cultivando tres dimensiones importantes: apertura a la trascendencia, apertura a los demás (promoviendo el humanismo solidario al que nos invita el papa Francisco) y apertura al planeta (cuidando la tierra que Dios nos ha dado).
Esta concepción del ser humano implica que nuestra escuela no puede ser un mero transmisor de conocimientos, ni reducir el saber a las ciencias positivas, sino que lo importante es el crecimiento personal de los alumnos desde la búsqueda de la verdad. Se busca la verdad del ser humano y, por tanto, el conocimiento en todas las áreas del saber, respetando sus propios métodos, pero no como compartimentos estancos sino armonizándolos. La escuela católica busca iluminar por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre.
También es importante en este proceso la participación del alumno, siendo protagonista de su propio crecimiento, y respetar sus propios tiempos, comprendiendo que los tiempos no son breves ni que todo es cuantificable.
Para todo ello, trabajamos sus capacidades intelectuales, sociales, afectivas y religiosas, armonizando tres lenguajes: el de la cabeza, pensar bien, el lenguaje del corazón, sentir bien, y el lenguaje de las manos, hacer bien.
Nuestra escuela, siguiendo la Declaración sobre la Educación Cristiana Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II, en su n.º 8 desea crear un ambiente de comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad.
Por tanto, la Iglesia aporta a la sociedad su estilo educativo para cumplir su misión evangelizadora y garantizar a las familias el derecho de elegir una educación coherente con sus principios y su fe.